miércoles, 12 de octubre de 2011

El conflicto educativo en la encrucijada

El conflicto de la Educación pública en Madrid, de resultado incierto, pone de relieve una crisis que es no solo económica, sino –lo que es más grave- de valores y de sociedad.

MARTES, 11 DE OCTUBRE DE 2011 , Diario progresista,  RAMÓN ROLDÁN

 En primera instancia, nos encontramos efectivamente con un conflicto laboral. Funcionarios interinos sin trabajo y funcionarios con plaza que se ven desplazados a otros centros o forzados a impartir asignaturas que no son las de su especialidad, poniendo a prueba su competencia deontológica y profesional, justifican con creces la protesta de un sector que ya padeció el año pasado una reducción del 7% en sus salarios para compensar los desmanes que causaron otros con el pelotazo y la corrupción. A ello hay que añadir las declaraciones de dirigentes del PP y del Gobierno de Esperanza Aguirre, que, lejos de intentar apaciguar y propiciar un diálogo, han buscado dañar la imagen social de los profesores; algo muy serio para quienes basan su autoridad sobre todo en su prestigio. 

La antigua Ministra de Educación y la actual Consejera de Educación lo saben muy bien, y por eso es particularmente hiriente para los profesores su actitud. Sin embargo, pese a que sin duda habría motivos suficientes, no ha sido esto lo que ha lanzado a los profesores a la calle, sino el deterioro de la Educación pública. Los brutales recortes en las plantillas llevados a cabo por Esperanza Aguirre, que, con el famoso aumento de 2 h. en la jornada lectiva, ha provocado una disminución de en torno a un 15 % en el número de profesores, han dejado a los institutos al borde del colapso. Y es esta situación, y no otra, la que ha puesto a los profesores en pie de guerra. De hecho, en un gesto que contrasta con las actitudes mezquinas de los dirigentes madrileños, han repetido hasta la saciedad que sus protestas no se deben a reivindicaciones salariales y que, de hecho, aumentarían de buena gana sus dos horas lectivas si se readmitiese a los interinos. Padres y alumnos lo han entendido así. Ni siquiera ha servido el pretexto de la crisis: las subvenciones y beneficios fiscales que recibe la enseñanza privada y concertada, ponen de manifiesto que la intención del Gobierno de la Comunidad no es reducir gastos, sino destinar dinero público a intereses privados. En eso tienen razón Esperanza Aguirre y Lucía Figar: no son recortes. Es un trasvase de la pública a la privada.

Y, así, llegamos al tercer nivel, el más profundo e inquietante. Poderosos intereses económicos, políticos y religiosos, junto al Partido Popular, han puesto en la Educación su punto de mira. Los mismos que han provocado la crisis ven ahora la oportunidad de fagocitar a un Estado expoliado por la crisis. Entretanto, los profesores están ahí, metidos en un callejón sin salida (pues difícilmente la Comunidad de Madrid va a echar marcha atrás en unas medidas que ya se están aplicando), forzados a una batalla en la que tienen todas las de perder; una lucha desigual que quizás sea la última y desesperada defensa del Estado social y del bienestar. Por ello, la sociedad en su conjunto no tiene más remedio que implicarse: si dejamos solos a los profesores, su derrota no solo podría suponer el final de un modelo educativo, sino el de un modelo de sociedad, e incluso de Estado.

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