JUAN JOSÉ MILLÁS, EL PAÍS, 09/09/2011
Lo lógico es que el cojo sea partidario de las muletas, el
miope de las gafas y el dispéptico del Almax. ¿Quién no intenta mitigar
sus carencias? Solo el ignorante contumaz se revuelca feliz en su
pocilga. Si no logra disfrutar de Shakespeare, lo borra de la historia
de la literatura. Si no ha podido con el Quijote, lo califica de
coñazo insufrible. Si no comprende la filosofía, la tacha de
entretenimiento inútil para vagos. Millán Astray, uno de los burros más
notables y peligrosos de la historia de España, sacaba la pistola cuando
escuchaba la palabra cultura. Nos recuerda un poco a Procusto, el
célebre personaje de la mitología griega que cortaba o estiraba las
piernas de los huéspedes que no se adaptaban a la longitud de su cama.
El uno estaba convencido de que la medida canónica de todos los cuerpos
era la de su lecho; el otro no soportaba que hubiera alguien con más
conocimientos de los que poseía él.
Viene esto a cuento de la carta que Esperanza Aguirre ha dirigido a
los profesores de la enseñanza pública de la Comunidad de Madrid.
Plagada de faltas de ortografía, les anuncia en ella los recortes que ha
decidido aplicar a la educación. La cama de Procusto. Si yo no sé
colocar los acentos, que nadie de mi entorno sepa hacerlo. Es probable
que Aguirre no haya escrito esa carta, quizá ni siquiera la leyó antes
de darle curso (así están las cosas), pero seguro que fue revisada por
la Consejería responsable de enseñar a escribir a los madrileños. No
pasa nada, tenemos también un responsable de transportes que desconocía
la existencia del Metrobús. Cuando saltó el escándalo, Aguirre resistió
la tentación de eliminar ese billete a fin de adaptar la realidad al
tamaño de su consejero, pero en lo de la ignorancia contumaz parece
dispuesta a sacar la pistola. Dice que hacen falta más policías que
profesores.
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