ELVIRA LINDO
Profesores
ELVIRA LINDO 07/09/2011
Confundir horas lectivas con horas de trabajo no es gratuito,
es una manera de contribuir al lugar común de que los profesores
trabajan poco. Tampoco es nuevo: siempre que se trata de estrechar los
derechos laborales en la enseñanza alguien deja caer, como de manera
inocente, que los docentes de la educación pública gozan de más ventajas
que el resto de los trabajadores. Por más que se informe sobre los
desafíos a los que se enfrenta un profesor en nuestros días, siempre
habrá un buen ciudadano que llame a la radio o escriba al periódico para
informar, por ejemplo, de las largas vacaciones que disfrutan los
maestros. Es un clásico. A los políticos se les llena la boca con que no
hay inversión más útil en nuestro país que la destinada a educación,
hasta que un día se ponen a hacer números y empiezan por ahí:
prescindiendo de interinos y poniendo sobre los hombros de cada
trabajador dos horas más.
Explicar que ser profesor no consiste solo en dar clase debería de
ser innecesario. ¿Qué consideración se les tiene a los docentes si se
extiende esa idea? El profesor enseña, pero también corrige, ha de
preparar sus clases, perder un tiempo precioso en absurdos
requerimientos burocráticos y, en ocasiones, hacer labores de trabajador
social. La educación requiere ahora más energía que nunca y no es
infrecuente que el enseñante desarrolle patologías físicas o psíquicas.
Su trabajo cansa, es más duro que muchos de los trabajos que nosotros
realizamos. Los niños y los adolescentes son grandes devoradores de la
energía adulta. Los escritores que hemos visitado colegios e institutos
lo sabemos: dos horas dando una charla ante una vampírica muchachada te
dejan para el arrastre.
¿Cómo pretenden los responsables del
injustificable derroche autonómico que se comprenda que el sacrificio ha
de comenzar por los que ya están sacrificados?
EL PAIS.
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