sábado, 24 de septiembre de 2011

Fábula en romance de la Raposa



CUENTAN de una Raposa
que astuta y rica vivía
y sólo condescendía
a hablar de unas cuantas cosas.
De nombre, aunque no era
verde pero verde se ponía,
fuera de esperar templanza,
aunque Esperanza, decía:
“¡Ay, que no quedan dineros
en mis arcas capitales!”
Pues busquemos animales
a quien quitárselos quiero.
Habló primero al banquero,
amigo suyo querido:
<No temas, el elegido
no serás tú, caballero>.

¿A quién miraré que pueda
darme con qué gobernar?

Al burro no, que cocea.
Al gallo no, que pelea.
Al jefe, que no es león,
mas de León sigue siendo.
No, que es otro sin razón
con el que ando discutiendo.
¿Al topo que es muy gallardo,
hace hoyos y tunela;
aquel que vive en mi casa,
aunque en mala relación...?
No, pues que suelo insultarle
y, más que llamarle alcalde,

yo le llamo so... cavón.
Está, además, fastidiado,
pues en tan alta belleza
quiso poner su ciudad
que, yendo aún por la mitad,
anda bastante endeudado.

Ya sé qué es lo que yo haré,
dijo gritando triunfante,
del Holgazán Enseñante
mi ruina subsanaré.
¿Acaso no es un mangante
con tan poco trabajar
y decir que es importante
la tontuna de enseñar?
Que está sólo algunas horas
y no es trabajo esforzado
y, total, si hay más parados

que pudieran enseñar...
¿a quién ello ha de importar
si, en poniendo dos horitas,
que ni ponen, que ni quitan,

muchos puestos me he de ahorrar?
¿O, acaso, es que puede haber
labor menos productiva?
¿Fabrican algo importante:
dinero, joyas, comida...?
¿Comemos fiIosofía?
¿Números primos cobramos?
¿Qué más me da a mí saber
si el pesao de Saramago
era un señor portugués
o una Sara de 'Bilbado'?”

“Mil contratos, que no haré,

irán a la papelera
y que encima no se quejen,
que enseñar puede cualquiera”.

Y así, el pobre enseñador,
que maestro era llamado,
encontróse harto insultado
por tan ilustre orador.
“Que trabajen –dicen muchos-,
que hacen grandes vacaciones”.

Y no saben los gritones que,
en materia de trabajo,
el que enseña a los de abajo
debe mucho cavilar
y, aun en casa descansando,
está siempre preparando
y no deja de pensar.

Por eso, señora Aguirre,
déjese usted ya de ultrajes,
diga pronto otras lindezas,
piense más con la cabeza
y estudie más personajes.
Escriba usted <más> con tilde,
y sepa que está muy feo
criticar si no se sabe
y robar si uno es banquero.
 
ANA ZAFRA
                                                 

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