La metáfora del Contrato se aplicó al pensamiento social y político 
para llamar la atención sobre la autoridad de los seres humanos sobre su
 propio destino. El futuro no dependía de leyes divinas o naturales, 
sino de la capacidad de tomar acuerdos y de vivir en comunidad. Por eso 
el contrato social fue inseparable, desde los orígenes del pensamiento 
democrático, de un contrato pedagógico. La tarea de formar ciudadanos 
libres e informados, con conciencia crítica, capaces de denunciar los 
desmanes del poder y de asegurar una convivencia justa, es un compromiso
 irrenunciable. El pensamiento democrático no tiene por qué asumir 
pecados originales. Pero sí necesita recordar sus compromisos 
originales, los valores que están en su origen. La educación pública es 
uno de los más importantes. La libertad y la igualdad resultan 
imposibles sin ella.
Los recortes que está sufriendo la educación pública en la Comunidad 
de Madrid son un ejemplo iluminador del grave retroceso democrático que 
estamos viviendo. En realidad, pueden ayudarnos a entender con claridad 
el sentido de la crisis económica y la estrategia social y cultural que 
nos envuelve.
Se recortan 80 millones de euros en educación pública para 
desplazarlos a la mejora de la educación privada o privada-concertada. 
Eso supone una degradación inmediata de la calidad educativa que ofrece 
el Estado como un ámbito cívico. Se debilita la capacidad de ofrecer una
 enseñanza libre, no sometida a intereses ideológicos y económicos 
particulares, y se renuncia a equilibrar las desigualdades entre los 
alumnos. La pérdida de 3.000 profesores, que se suman a los 2.000 del 
año pasado, implica un deterioro grave en la organización docente y en 
la atención a los alumnos y a los padres. Pero también supone la 
decisión calculada de no generar sentimientos de convivencia y de 
vinculación a la comunidad.
¿Un problema de ahorro? La Comunidad de Madrid ha renunciado 
voluntariamente a una parte de sus ingresos. Cuando permite desgravar en
 los impuestos autonómicos el dinero invertido en educación de pago, 
está invitando a las familias a que se olviden de la enseñanza pública. 
Debemos buscar en las ofertas del mercado la educación de nuestros 
hijos. Este proceso irá aumentando de manera lógica en la medida en que 
la calidad de los centros públicos se degrade. Más que a una crisis 
económica, asistimos a una estrategia premeditada. Se trata de expulsar a
 las clases medias de los servicios públicos. Cuando el Estado sólo 
tenga como destinatarios a los ciudadanos más pobres, el deterioro se 
acentuará hasta el punto de confundir los derechos y los amparos cívicos
 con las instituciones de caridad. Al final de este camino, la educación
 y la sanidad pública están condenadas a convertirse en casas de 
misericordia.
Significativa e impúdica es la maniobra de utilizar la falsedad 
informativa para justificar la situación. Una vez más se criminaliza a 
la víctima. Difundir la opinión de que los profesores trabajan poco y 
son unos privilegiados supone una injusticia de especial gravedad. 
Además de las horas de clase, un profesor tiene obligaciones de 
tutorías, atención a los padres y alumnos, gestión en los centros y los 
departamentos, actividades extraescolares, preparación de sus lecciones y
 renovación de sus conocimientos. A lo largo de los últimos años, la 
sociedad española ha sufrido un verdadero cambio antropológico, pasando 
del subdesarrollo al capitalismo avanzado. Como hemos sido incapaces de 
consolidar una defensa de los valores públicos, el desprestigio de las 
costumbres represivas dio paso a la simple impertinencia y la falta de 
respeto. En la caricatura educativa, la imagen del profesor castigando 
con severidad torturadora es menos frecuente hoy que la de los padres o 
los alumnos comportándose con una agresividad indebida. Por eso resulta 
tan grave poner al profesorado en el ojo de huracán a través del 
populismo demagógico.
El deterioro de la educación pública, además de un reparto de 
negocios particulares, responde a la estrategia de excluir los 
compromisos sociales de la relación entre individuos. Al romper el 
contrato pedagógico, estamos poniendo nuestro futuro en manos de los 
mercados. Después de lo que llevamos visto, ¿no es un disparate?.
LUIS GARCÍA MONTERO, PÚBLICO, 11 DE SEPTIEMBRE 
 
 
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